La Reforma del Corazón

Aplicando los principios de los reformadores a la vida cristiana de hoy.

Johan Alvarino

10/14/20246 min read

El 31 de octubre es una fecha que para muchas personas en todo el mundo evoca imágenes de disfraces, calaveras y celebraciones. Para quienes están familiarizados con la historia cristiana, este día tiene un significado profundo y espiritual: conmemora la Reforma Protestante. El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero publicó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, iniciando un gran cambio en la historia cristiana y del mundo occidental.

Esta fecha nos recuerda el valor de la Palabra de Dios y el deseo de los reformadores de volver a la autoridad bíblica, en contraste con las enseñanzas que consideraban corruptas en la Iglesia Católica Romana. Sin embargo, más allá de conmemorar un evento histórico, como cristianos debemos preguntarnos: ¿Cómo podemos hacer de esta fecha algo valioso para nuestra vida cristiana hoy?

Este artículo busca responder a esta pregunta explorando tres áreas clave: (1) las características comunes de los reformadores, (2) lo que la Biblia enseña que debe ser reformado en el corazón de todo cristiano, y (3) los alcances de la reforma en nuestra vida diaria.

Presentación del problema: Renovación constante del entendimiento

A lo largo de la historia, la iglesia ha sido testigo de muchas transformaciones que, guiadas por el Espíritu Santo, han generado cambios profundos y duraderos. No obstante, un problema persistente en la vida cristiana es la tendencia a olvidar que seguimos viviendo en un mundo caído. El pecado sigue afectando nuestras vidas, y es fácil conformarse con las costumbres del mundo, olvidando la necesidad constante de una reforma personal. La Reforma Protestante no fue solo un cambio doctrinal o institucional; fue una renovación profunda del entendimiento de los creyentes respecto a la verdad de Dios revelada en las Escrituras (Romanos 12:2).

Por ello, cuando recordamos la Reforma, debemos enfocarnos no solo en la historia, sino en cómo esta renovación continúa en nuestras vidas. Debemos considerar no solo lo que los reformadores lograron, sino cómo nosotros, hoy, necesitamos esa misma valentía y deseo por la verdad de Dios.

1. Características de los reformadores

Los reformadores del siglo XVI, como Martín Lutero, Juan Calvino, Ulrico Zuinglio, y muchos otros, compartían características que reflejan un profundo amor por Dios y Su Palabra. Estos hombres no fueron perfectos, pero su deseo de obedecer y honrar a Dios en medio de la corrupción eclesiástica y política es digno de admiración.

a. Un deseo ferviente por la Palabra de Dios

Los reformadores se caracterizaron por su sed insaciable de conocer y proclamar la verdad de la Biblia. En una época en que la mayoría de las personas no tenía acceso a las Escrituras en su idioma, ellos lucharon por traducir la Biblia a lenguas vernáculas, facilitando que el pueblo conociera directamente la Palabra de Dios (2 Timoteo 3:16). Este deseo por la Escritura sigue siendo un modelo para los creyentes actuales. La Palabra de Dios es la única regla infalible de fe y práctica.

b. Un compromiso inquebrantable con la obediencia a la Palabra de Dios

Más allá del estudio, los reformadores estaban profundamente comprometidos con obedecer la Palabra. Lutero se negó a retractarse de sus enseñanzas en la Dieta de Worms, declarando: "Mi conciencia está cautiva a la Palabra de Dios. No puedo y no voy a retractarme". Este nivel de devoción y compromiso frente a la adversidad es una lección para los cristianos de hoy, quienes también enfrentan la tentación de comprometer la verdad bíblica por la presión social o política.

c. Un deseo por que otros entendieran la Palabra de Dios

Finalmente, los reformadores no solo querían reformarse a sí mismos, sino también reformar a la iglesia en su conjunto. Esto significaba enseñar la Escritura de manera que fuera comprensible para todos, no solo para la élite clerical. Sus esfuerzos resultaron en la fundación de seminarios y universidades, el desarrollo de catecismos y confesiones, y la diseminación de materiales de enseñanza bíblica.

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«La Palabra de Dios es la única regla infalible de fe y práctica.»

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2. Lo que debe estar en constante reforma: un proceso de santificación progresiva [1]

El cambio que los reformadores promovieron no fue solo institucional o doctrinal, sino profundamente personal. La verdadera reforma comienza en el corazón del hombre. La Biblia enseña que, debido a nuestra naturaleza caída, necesitamos una renovación completa del entendimiento y del corazón (Efesios 4:22-24). Esta es la obra del Espíritu Santo en la regeneración, por la cual nos da un nuevo corazón y nos habilita para vivir conforme a la voluntad de Dios (Juan 3:3-8). Pero el proceso continúa hasta que seamos llamados a la Patria Celestial. Este proceso lo conocemos como la Santificación progresiva. En él, nuestra mente, corazón, y en definitiva, toda nuestra vida debe mantener una actitud de revisión y transformación a la luz de Las Escrituras.

a. El entendimiento

El pecado afecta nuestra mente, y solo mediante la Palabra de Dios podemos ser renovados en nuestro entendimiento. Así como los reformadores lucharon por volver a la autoridad de las Escrituras, nosotros también debemos esforzarnos por alinearnos con la verdad revelada. Esta renovación implica desaprender las costumbres del mundo y abrazar la sabiduría divina.

b. El corazón

Además de nuestro entendimiento, el Evangelio transforma nuestro corazón. Antes de conocer a Cristo, éramos esclavos del pecado; pero en la regeneración, Dios nos da un nuevo corazón que ama Su Ley (Ezequiel 36:26). Esta obra interior se evidencia en una vida transformada, que busca la santidad y el amor a Dios y al prójimo.

c. La vida práctica

La verdadera reforma afecta todas las áreas de la vida. Lutero enseñaba sobre el sacerdocio de todos los creyentes, recordando que cada cristiano tiene un llamado a vivir para la gloria de Dios, ya sea en el trabajo, la familia, la iglesia o la sociedad. Así como los reformadores buscaban vivir una vida íntegra, los cristianos modernos están llamados a reflejar esa integridad en todos los aspectos de su vida diaria.

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«En un mundo que a menudo rechaza la verdad de Dios, necesitamos la misma valentía que los reformadores mostraron, para vivir y proclamar el Evangelio con integridad.»

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3. Los alcances de la reforma: Un legado que perdura

La Reforma Protestante tuvo un impacto profundo en la historia de la humanidad, no solo en el ámbito religioso, sino también en la política, la educación y la cultura. Sin embargo, lo más importante de la Reforma no fue su repercusión histórica, sino su impacto espiritual y teológico.

a. La salvación por gracia mediante la fe

Uno de los pilares de la Reforma fue la recuperación de la doctrina de la justificación por la fe. La enseñanza de que somos salvados no por nuestras obras, sino por la gracia de Dios a través de la fe en Cristo (Efesios 2:8-9), sigue siendo una verdad central en la vida de todo creyente.

b. La centralidad de la Palabra de Dios

Otro legado perdurable es la insistencia en que la Escritura es la única autoridad final para la fe y la práctica cristiana. Este principio de "Sola Scriptura" sigue siendo relevante en un mundo donde muchas voces compiten por nuestra atención y donde incluso dentro de las iglesias puede haber desviaciones doctrinales.

c. La valentía para enfrentar la oposición

Finalmente, los reformadores nos enseñaron la importancia de ser valientes frente a la oposición. En un mundo que a menudo rechaza la verdad de Dios, necesitamos la misma valentía que ellos mostraron, para vivir y proclamar el Evangelio con integridad.

Conclusión

La conmemoración de la Reforma Protestante es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra vida cristiana. No se trata solo de recordar un evento histórico, sino de permitir que el mismo espíritu de reforma continúe transformando nuestras mentes y corazones hoy. Como los reformadores, debemos buscar la Palabra de Dios, obedecerla con valentía y enseñar a otros a hacer lo mismo, confiando en que Dios sigue obrando en Su iglesia para Su gloria y para el bien de Su pueblo.

Referencias

[1] En la teología cristiana reformada, se distingue claramente entre la regeneración y la santificación. La regeneración es un evento único, donde el creyente es transformado de muerte espiritual a vida, mientras que la santificación es un proceso continuo en el cual el creyente es conformado a la imagen de Cristo (2 Cor. 3:18). Este proceso es dirigido por el Espíritu Santo, pero requiere la cooperación activa del creyente en su lucha diaria contra el pecado.

La renovación de la mente, mencionada en Romanos 12:2, es esencial en la santificación. Esta renovación implica reemplazar los pensamientos mundanos por los principios de Dios, permitiendo al creyente discernir Su voluntad. Así, la transformación no solo es externa, sino que empieza en el entendimiento, afectando toda la vida del cristiano. Este cambio continuo es lo que caracteriza la "reforma" constante en la vida del creyente.

Finalmente, el crecimiento espiritual, evidenciado por el fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23), demuestra la obra progresiva de la santificación. Aunque esta reforma es un proceso constante, tiene una meta final: la glorificación. La esperanza cristiana es que, al final de este proceso, el creyente será plenamente conformado a la imagen de Cristo y libre de toda mancha de pecado.